La experiencia en primera persona como un saber valioso

 

 

 

Hoy quiero compartir este texto llamado "Mi insondable decisión del ser" que publicó hace un tiempo Fundación Manantial en su blog, para daros una muestra del trabajo personal que aborda mi curso "En propia voz. Acompañar la psicosis desde la mirada en primera persona".

Es la travesía que ofrece la mirada en primera persona, esa experiencia que encarna un saber valioso que quiero ofrecer tanto a compañeros como profesionales. Espero que os guste

"Hoy hablaba con mi psicoanalista de esta frase de Lacan que siempre me ha resultado tan enigmática, ella ponía palabras para desmontar un poco el enigma, y me decía que estas palabras apuntan a algo indescifrable, insondable en tanto que no se puede ubicar, no en tanto culpa o responsabilidad que era como yo la entendía.

Quizá, ahora empiezo a pensar que el trabajo de un análisis desde la psicosis requiera de alguna manera de tratar de cernir algo de este origen, de bucear y tratar de entender algo de esta causa, de esta decisión.

Para poder sostenerme en mi vida con esta estructura tengo que hacer un exhaustivo trabajo de elaboración, de remiendo, y cuando lo hago pienso en mis compañeros, en todos los que no han tenido la oportunidad de poner en palabras su dolor ni sus traumas, que sobreviven sin este apoyo que para mí es como el aire que necesito para respirar, y pienso en ellos como héroes en medio de una gélida tormenta.

Después de 27 años de trabajo analítico se podría pensar que casi no hay posibilidad de que algo nuevo surja, de que algo importante aparezca y te permita entender algo desde un prisma nuevo, yo misma lo pensaba hasta hace unas semanas, más bien pensaba que el trabajo de ahora consistía en una labor de contención y de reordenar las piezas.

Y aquí estoy sorprendida otra vez por mi inconsciente, encajando una nueva verdad que me ayuda a entenderme, a entender mi psicosis y cierne algo sobre esa “insondable decisión del ser” perdida en lo más profundo de la estructura.

Hace unos días surgió una poderosa escena en mi análisis, apareció al hilo de una frase que yo pronuncié: “no entiendo por qué a veces no sé defenderme de quién abusa de mí” e inmediatamente apareció una escena de abuso sexual en la infancia que se sitúa en la contingencia de la muerte de mi abuelo, el mayor referente afectivo para mí de mi infancia.

Al pensar por qué tanto tiempo silenciada le digo a mi analista, porque estaba alojada en otro yo y me doy cuenta del momento, en que de alguna forma y para sobrevivir, coloco esta escena en otro yo, hago como si este hecho que tiene estatuto de trauma le hubiera ocurrido a otra persona porque se torna para mí en algo imposible de asimilar.

Y aquí se sitúa el verdadero estallido de mi estructura, el momento de la forclusión en términos lacanianos, frente a un trauma en lo real, de algo que no puedo elaborar, se sitúa la respuesta del rechazo a esta experiencia colocándolo en otro lugar, produciéndose la disociación del yo.

Hay un rechazo, un borramiento del trauma, hago como si le hubiera ocurrido a otra persona, pero pagando un precio muy alto: la disociación del yo, la rotura de la cadena significante, este es el eslabón perdido.

El resto de esta operación psíquica es por un lado un odio tan radical al Otro que me daña, que es imposible de elaborar, y ese odio a su vez se convierte en culpa para tapar la escena. Así el abuso del Otro se convierte en una culpa que lo invade todo, pero una culpa que escapa al sentido y que deviene en mi estructura melancólica.

Así la culpa está en todos lados, pero desprovista del sentido, por eso se convierte en una culpa delirante, porque está arrancada de su cadena significante, cuando la inserto y le doy consistencia a esta escena la culpa desaparece.

Por lo tanto, el estallido de la psicosis, el momento de la rotura se salda con la disociación del yo y con una culpa delirante que lo va a invadir todo a partir de ese momento.

No digo que la estructura psicótica no estuviera con anterioridad, estaba el caldo de cultivo para esta explosión, una niña que sabía lo que era el rechazo del otro familiar, incapaz de hablar con el semejante, con muchas fobias, que se aislaba en su silencio.

La vulnerabilidad ya estaba de antes, pero el estallido sucede en este momento, en que hay un hombre casi adulto que me conduce a una escena sexual imposible de entender para una niña como yo, muy infantilizada, que realmente no respondía a esos 11 años, sino que a lo mejor podría ser equivalente a una madurez de unos seis años.

En esta escena, se anudan además la sexualidad, la muerte y el goce convirtiéndose en un real puro, que queda oculto, mediante la culpa, como un enigma, como algo sin elaborar porque fue imposible.

La disociación del yo en los momentos de desencadenamiento y la culpa delirante, que aparece en contextos que no tienen una lógica o explicación posible, son los dos síntomas más importantes que aparecen cuando mi psicosis se desencadena.

Los desencadenamientos se producen siempre cuando hay un exceso y a la vez siento una hostilidad muy fuerte de la realidad, quizás de hostilidad y de exceso también está teñida esa escena, por tanto, el desencadenamiento responde siempre a una lógica que hasta hoy no podía desentrañar del todo.

Cuando recupero y asumo esta escena en el análisis, lo delirante desaparece porque ya tiene un sentido al que estar abrochado.

Entender la lógica me hace trabajar en el sentido correcto, es decir, pensar que, si logro incorporar de alguna forma esta escena, si la logro asumir como propia, si dejo de rechazarla y la inserto en su lugar pueda vivir de forma más digna.

Entender esta forclusión, este rechazo, esta disociación que tuve que inventar para sobrevivir, esta culpa tramposa que estaba al servicio de ocultar este trauma, cambia muchas cosas.

Desde esta escena puedo entender muchas de las vicisitudes por las que he pasado en la vida, una vida que ha estado cargada de sufrimiento, porque mi existencia ha sido un viaje por el peor de los infiernos, perdida en un vacío inconmensurable hasta que encontré el Psicoanálisis.

El síntoma desprovisto de su sentido, arrancado de su cadena, es locura y caos, pero colocarlo en su lugar pacifica el dolor y frena la disociación y la culpa.

El análisis no es ningún camino de rosas, para mí es un trabajo arduo, desolador por momentos, que me deja exhausta, pero yo no he encontrado un camino mejor para tener una vida más digna, para poder, a pesar de mi estructura, estar en el mundo.

Las personas con psicosis cargamos un peso muy grande, pero podemos encontrar de la mano de un buen psicoanalista un lugar donde depositar parte de esa carga y hacer nuestro camino un poco más vivible, incluso encontrar la alegría y el amor por la vida a pesar de los designios que parecían estar escritos.

Yo he encontrado en mi análisis respuesta a muchas preguntas, pero sobre todo he encontrado un discurso que me hace ser un sujeto, asumo que mi sendero tiene peligros, que el abismo del desencadenamiento está ahí y que cuando viene me duele mucho, pero a pesar de todo esta vida merece la pena ser vivida.

He encontrado un trabajo que me apasiona y ayuda a otros, reconocimiento profesional, tengo los mejores amigos del mundo que no me dejan caer en los malos momentos, compañeros maravillosos que me dan fuerza, no puedo dejar de ver lo afortunada que soy, a pesar de la psicosis.

Mi estructura me ha enseñado a entender a los niños, a saber el cuidado que tenemos que tener con la infancia, lo frágiles que somos ahí porque dependemos del capricho del Otro para sobrevivir, y también a acompañar y a cuidar al otro desde el respeto.

Si no hubiera tenido esta estructura no sabría todo lo que sé, ni sería nada de lo que soy, me gusta ser Silvia a pesar de todo, me gusta la Silvia que soy, la que he construido a lo largo de mi análisis y estoy orgullosa de ella.

Como dice mi querida amiga Marga, tienes que seguir luchando porque tu testimonio les sirve a otros; como dice mi querida amiga Mar, Silvia busca la luz, y en eso estoy, buscándola, a pesar de que a veces me pierdo en la espesura, pero el discurso analítico me ayuda a encontrarme siempre.

Ahora entiendo la frase de Lacan, decisión insondable en tanto imposible de recuperar, decisión insondable cuando todavía no hay sujeto, es verdad, pero algo de esa decisión se puede cernir para encontrar un sentido, seguir sus huellas para que la psicosis te haga el menor daño posible y fortalecer tu sujeto, esto es lo que me sirve a mí para vivir".

 

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