Una despedida dulce

 



Hoy es un día especial y emocionante. Era mi última cita en el Centro de Rehabilitación Laboral de Hortaleza. Oficialmente ya no soy usuaria de ningún recurso de rehabilitación psicosocial.

Usuaria, qué palabra más fea, la suerte es que nunca esa palabra ha definido mi vínculo con el CRL, siempre me he sentido allí Silvia, una persona valiosa, una compañera de ese equipo de grandes profesionales. Compañeros en tanto que trabajábamos juntos en mi proceso, que construiamos juntos un camino nuevo para mí.

Han pasado casi cinco años desde que entre por la puerta la primera vez,  llena de dudas por no conocer el recurso, pero también de sueños por cumplir.

Llegué en un momento muy vulnerable, muy herida, muy frágil y ellos supieron acogerme y ofrecerme un refugio donde guarecerme de la difícil situación que estaba viviendo.

Las personas con problemas de salud mental vivimos situaciones familiares y sociales muy complejas, de maltratos y precariedad y eso no se puede olvidar. Por eso necesitamos apoyos, como una cuestión de justicia social, no de caridad.

Desde el primer momento sentí que a ese equipo tan humano de personas yo les importaba y que contaba con ellos para hacer el tránsito que tenía que hacer allí.

Hoy puedo decir llena de gratitud y de paz que no sería quien soy si no hubiera pasado por allí.

Porque la rehabilitación laboral no se puede hacer de cualquier manera, bueno la rehabilitación laboral auténtica, no la que te coloca en un puesto de trabajo cualquiera sin importar de qué manera y cómo, esa puede ser muy dañina y tiene muy corto recorrido y además puede terminar en una crisis.

Mi rehabilitación laboral partió de mi deseo, de no imponerme nada, de acompañarme, el proceso era mío. Nadie allí ha intentado rehabilitarme de nada, me han apoyado y me han dado en todo momento la fuerza y el poder a mí.

Tantas cosas eran nuevas para mí, ese vínculo sanador y respetuoso fuera, en el mundo real, más allá de las puertas de la consulta de mi psicoanalista con quién siempre me he sentido bien, pero ese lugar era el adentro.

Y en ese afuera mi terapeuta ocupacional me dijo por primera vez que era una persona muy valiosa, y con esas palabras que se me grabaron a fuego empecé a construir la Silvia para el mundo que quería ser, que estaba dentro luchando por salir. 

En el CRL me han devuelto mi talento, me han dado oportunidades en el mundo donde alzar mi voz y eso me ha transformado.

Han estado conmigo cuando salí del armario en el mundo de la salud mental, han celebrado conmigo cada victoria y me han acompañado en los tragos más amargos.

Me han dado herramientas de la realidad que yo no conocía para que  pudiera conseguir mis objetivos.

A pesar de las dificultades jamás me han dicho que renunciara a mis sueños, ni me han dicho que fuera más realista como otros profesionales que alguna vez lo han hecho.

Por el contrario siempre me han transmitido que yo podía lograr lo que me propusiera por mi talento y mi esfuerzo constante. Y por eso nunca me rendí.

Quién me iba a decir a mí que acabaría hablando  en la Asamblea de Madrid, que daría una conferencia para fiscales o que viajaría por España dando ponencias y cursos a profesionales de salud mental.

Bueno me lo dijo mi querida Susana, hace ya unos cuantos años, ella vio lo que todavía yo no podía ver.

Pero el camino no ha sido fácil, cuando digo que me han apoyado no lo digo por decir. Apoyar incluso poniendo el cuerpo, acompañándome a citas que para mí eran muy complejas en cosas de la realidad muy difíciles.

Siempre han estado de forma respetuosa diciéndome ¿en qué te podemos ayudar Silvia? Jamás me han fallado.

Han aceptado mis críticas o mis desacuerdos, han sabido rectificar cuando ha hecho falta, porque como diría mi querido maestro Leonel no soy paciente corderito.

En este cierre nos hemos emocionado, hemos llorado, me han dicho lo orgullosos que están de mí, que era un ejemplo o una voz necesaria en salud mental.

Para mí son parte de mi familia simbólica, siempre les llevaré dentro de mí, allá donde vaya, y mi gratitud no se puede cifrar en palabras.

Este equipo es un ejemplo de trabajo bien hecho, de buenas prácticas, de respeto a la subjetividad, un tesoro que tiene la Fundación Manantial y del que podrían aprender muchos profesionales.

Gracias Belén, Sol, Álvaro, Noe, Miriam, María, David y Susana.

Y especialmente gracias a mi querida Patricia, mi compañera del metal, la que ha estado acompañándome día a día, la que me ha sostenido en las malas, la que ha llorado y reído conmigo, la que me ha enseñado el valor del equilibrio ocupacional y tantas cosas que es imposible nombrarlas todas, pero sobre todo la que me ha apoyado para ser la Silvia en el mundo de afuera que soy hoy.

Patri, me voy llena de orgullo, el mundo laboral ya no me asusta, me siento valiosa y sin techo, porque creo en mi trabajo y en mi valor. Y eso es en gran parte porque tú me has ayudado a creer en mi misma y en ser yo. 

Es una despedida dulce, ya puedo caminar sola pero en cada paso que de estará la huella de vuestro trabajo que me ha llenado de dignidad y valentía.

Gracias de corazón 



Comentarios

  1. Enhorabuena Silvia. Me alegro muchísimo por ti. Te deseo todos los éxitos del mundo en lo personal y en lo laboral. Un abrazo fuerte.

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  2. Muchísimas por tus palabras y por tus buenos deseos. Un abrazo

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