Clubs de lectura para personas con problemas de salud mental: una cuestión de justicia social

 



Muchas veces me han preguntado porque me dedico a organizar clubs de lectura para personas con sufrimiento psíquico.

A veces esa pregunta me la hacen desde los prejuicios, me dicen que para qué lo hago si son sujetos con déficit cognitivo y no debe servir de mucho. Algo muy lejano de la realidad.

Otras la pregunta surge desde la curiosidad o la ignorancia de este colectivo lector, tan merecedor de ser tenido en cuenta como otro cualquiera.

Pero cuando me la contesto a mí misma siempre pienso lo mismo: por una cuestión de justicia social.

Siento que son cuestiones que se hacen desde el privilegio, desde la libertad de haber tenido acceso a la cultura, desde no haber sido excluidos  ni segregados, de no haber sentido silenciada su voz.

Cuando te acercas y conoces sus historias, ves como muchos han sido expulsados del sistema educativo, sin acceso a un empleo digno, fuertemente sometidos al discurso familiar,  e infantilizados por éste.

Muchos viven estigmatizados, sintiendo vergüenza de quienes son por su sufrimiento, y habiendo aprendido que nada tienen que decir ni aportar. Sólo someterse a la psicoeducacion y a tratamientos farmacológicos muy duros, porque les han convencido de que no son capaces de tomar las riendas de su vida.

Las personas con problemas de salud mental no tienen ningún déficit cognitivo, algunos están machacados por décadas de psicofarmacos en dosis altisimas.

Cuando comienzo los grupos, ofreciendo un espacio seguro, un lugar de encuentro y de libertad, donde su voz es escuchada, con la literatura como ventana, empiezan a pasar cosas.

Comienzan a hablar, a descubrirse a sí mismos, a encontrarse con más fuerza y a sentir que algo de un deseo vital va despertando despacio.

Disfrutan del lenguaje, de la lectura en voz alta, de la belleza, ponen a funcionar su pensamiento, reflexionan, debaten, ponen nombre a sus heridas, verbalizan su enfado con la sociedad y por las violencias vividas.

La palabra igual que puede herirnos, también nos da la posibilidad de sanarnos, pero no cualquier palabra sino aquella que es pronunciada y escuchada desde la libertad.

Y el acceso a la literatura debería ser un derecho, no sólo para la infancia sino también para los colectivos más desfavorecidos.

Porque no es entretenimiento, es mucho más, es dignidad y justicia, el lenguaje también es poder como me enseñó mi maestra Mar Benegas. 

Poder también para nombrarnos, para defender nuestros derechos, para no ser sumisos a la violencia, para ampliar nuestro mundo.

El lenguaje y la literatura nos ofrecen una posibilidad de transformación subjetiva, por eso es nuestra obligación ética ofrecerlo a quienes han sufrido tantas carencias y tanto sufrimiento.

Miremos más allá, seamos conscientes de nuestros privilegios, yo seguiré luchando  en mi trinchera, que ojalá algún día sea la vuestra.

Para eso ofrezco esta formación a la que os podéis sumar: https://www.elsitiodelaspalabras.es/cursos/curso-descubrir-la-voz-perdida-libro-album-y-salud-mental/

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