Palabra de madre



Llevaba mucho tiempo dándole vueltas a escribir una reseña sobre el libro "Palabra de madre" de Ibone Olza, pero ayer después de ese encuentro casi mágico de mujeres en su presentación mi cuerpo no para de llamarme a la escritura, lo necesita.

Debo decir que leer este libro me ha hecho llorar mucho, pero cada lágrima ha sido sanadora y a la vez me ha señalado mis propias heridas, algunas muy presentes, otras más ocultas que se han asomado y me han dicho estamos aquí.

Este libro no solamente reivindica el valor social de las madres, el valor de gestar con amor, el de recibir a los hijos como merecen, el de hacer ese tránsito a este mundo con la importancia que merece.

Este libro no solamente señala el patriarcado como uno de los grandes males que sufrimos hombres y mujeres tantas veces, a veces sin ser conscientes.

Sino que propone un cambio social revolucionario, propone los cuidados como una prioridad ética y una transformación necesaria para tener un mundo más habitable.

La culpa es nuestro hilo conductor, la culpa de las madres que sentimos hagamos lo que hagamos. Porque tenemos que luchar contra un sistema que nos empuja a ser violentas con nuestros hijos y sus cuidados y nos produce una contradicción interna.

Esos discursos del Amo a los que es muy difícil contradecir, en boca de la medicina y de la educación como nos recordaba Ibone y que se muestran como una verdad incuestionable.

Y justo los hijos cuestionan, a veces gritan el daño que les hacemos presionadas por el discurso social, vamos contra nosotras mismas y no nos permitimos escuchar a nuestros bebés ni nuestras necesidades de arroparles.

Yo con un problema de salud mental grave, con una herida incurable con la que sé que convivire siempre tuve muy claro la madre que quería ser. Pero también tuve que luchar contra el cuestionamiento de todo mi entorno.

Era una madre rara, hablaba todo el tiempo a mis bebés, escuchaba sus necesidades, las acompañé siempre desde dar un lugar a esa personita desconocida a la que quería conocer.

Pero también tuve mi culpa, no era productiva económicamente. "Sólo daba mi amor, mis cuidados, mi escucha, jugaba, pintaba, siempre estaba presente y las atendía 24 horas al dia".

Mi entorno se ocupaba de recordarme que no valía como ser humano porque no aportaba económicamente, siempre el menos.

Pero hoy miro a mis hijas y digo lo orgullosa del tiempo disfrutando juntas que les dedique.

La exposición de Ibone en su libro no es una anécdota, la primera persona es necesaria para poner encima de la mesa lo que no funciona, lo que hay que cambiar, lo que genera daños.

Porque esos daños los pagamos con creces cuando esos niños son adultos y han perdido la brújula de la vida, a mí me ocurrió.

La prevención pasa por cuidar y consolar, pasa por cambiar nuestras prioridades para invertir en salud mental, la de bebés y madres pero también la de los colectivos más frágiles de nuestra sociedad.

Es mucho más rentable a largo plazo, y construiremos sociedades mejores, tendremos personas menos heridas y la salud revertirá en el bienestar de todos y todas.

Ahora nos falta convertir la lucha por los cuidados en agenda política, porque este mundo cruel y despiadado nos enferma.

El apoyo mutuo es fundamental pero no es suficiente, hay que convertir las necesidades de madres y bebés en derechos.

Hay que convertir la fragilidad en un valor social y el consuelo en la primera medicina con la que atender a la infancia y a todo el que sufre.

Cuidados, consuelo, humanización como un derecho, esa es mi lectura de tu libro desde la activista que soy.

Gracias Ibone, necesitaba tu libro para continuar en mi batalla.

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