"Cuando fuimos tortugas": La voz de Mario, la voz de la infancia vulnerada.
Hace ya unos meses tuve el privilegio de ser una de las primeras lectoras de esta hermosa novela de Mar Benegas.
Hoy quiero compartir con vosotros esta reseña, en la que os hablaré de las razones por las que creo que es una novela imprescindible para la infancia, pero también para todos los adultos que rodeamos a los niños y a las niñas, porque, en realidad, todos hemos podido ser alguna vez tortugas.
Si no la has leído: cuidado que voy a hacer SPOILER.
Desde la primera lectura, cuando iba navegando por sus páginas, y me introducía en el relato de su protagonista, yo misma me convertí en esa tortuga, que, como Mario, navegaba por los océanos de la vida, volví a ser esa niña que tenía que llegar a la orilla y adentrarse en las aguas bravas del mundo hostil en el que vivía.
Mario es un niño adoptado, al igual que su hermana, que escribe un diario por consejo de la profesional que le acompaña en el camino de poder elaborar su historia.
Pero esta novela, no es sólo una novela sobre la adopción, es una novela sobre el desamparo en el que en tantas ocasiones viven los niños y las niñas, y sobre cómo ese desamparo a veces puede desembocar en el peor de los naufragios.
El libro juega con una poderosa metáfora, construyendo una ficción con el abandono, ser abandonado se convierte en la bella imagen de ser una tortuga intentando llegar a la orilla de una playa.
Mario, al nombrar su otra vida de tortuga, no solamente ofrece la posibilidad de crear un caparazón para aquellos niños que fueron adoptados, sino que ofrece ese relato para los que sintieron el desierto de la soledad, o el desabrigo del miedo y la violencia.
La metáfora de las tortugas es tan poderosa porque todos los seres humanos tenemos de alguna manera que ser adoptados, llegamos a la existencia y necesitamos que nuestros padres nos adopten, nos elijan y nos nombren con las palabras de la aceptación y del amor. Pero no siempre es así.
Mario es la voz de la infancia vulnerada, una voz que interpela al lector porque está desnuda de artificios adultos. Mar Benegas golpea nuestra conciencia con el relato, lleno de honestidad, de un niño, que sin elegirlo tiene que navegar en aguas turbulentas.
Sus palabras son como un río, te envuelven, el libro provoca una lectura orgánica, un viaje emocional hacia el corazón de la infancia, donde habitan los temores, los peligros, pero también las raíces que podrán tejer el amor que sujeta.
Los adultos creamos una ficción edulcorada de la infancia, pero la infancia no es en singular, en realidad, se trata de las infancias en plural, donde se escriben la historias de cada niño y de cada niña, que llevan las marcas de los avatares y los contextos en los que están insertos.
Tampoco los niños y las niñas viven aislados del sufrimiento, de la violencia o de la adversidad. Al igual que los adultos, conviven con las injusticias y con el dolor, que están en la cotidianidad de sus vidas ¿O acaso tenemos un mundo hermoso y sin padecimiento? ¿Podemos afirmar eso en un mundo dónde los niños de Gaza son masacrados, los inmigrantes apaleados y deportados sin garantías jurídicas, donde hay personas que están muriendo de hambre y somos testigos en tiempo real y en directo?
Mario y su hermana, cuando han llegado al mar, cuando encuentran unos padres que los adoptan y les entregan los signos del amor, el acoso escolar vuelve a ser un obstáculo que reabre sus heridas.
La envoltura amorosa de sus padres no es suficiente para que la violencia recibida no sea una amenaza para estas tortugas, que ya han viajado mucho por senderos inhóspitos del océano.
La novela, lleva al lector a un tema tan complejo como el del sufrimiento psíquico en la infancia, un lugar al que los adultos no queremos mirar porque rompe esa burbuja ficticia en la que metemos a los niños y a las niñas, esa felicidad en la que "tienen" que vivir.
Pero el sufrimiento psíquico en los niños y las niñas existe, provocado por abandonos, malos tratos, violencias, pérdidas o adversidades a las que están expuestos y para las que no tienen recursos simbólicos con los que protegerse.
Mario se envuelve en su soledad, se desorienta en su vulnerabilidad, se siente expulsado de un mundo que no le da un lugar, siente de nuevo el abandono, puesto que ni siquiera su hermana le acompaña, y no encuentra un espacio donde estar a salvo.
Vuelve a ser esa tortuga que corre hacia la orilla, sin saber qué hacer para estar protegido de los peligros que le acechan, y se pierde, abriéndose el abismo de la posibilidad del suicidio.
Mar Benegas, con el valor y la coherencia que caracteriza a su obra, sigue los pasos de Mario y su desesperanza, y no omite ni huye de un tema tan controvertido como real: los niños también se suicidan.
El abordaje del suicidio en esta novela es absolutamente impactante, porque lo nombra tal y cómo sucede en la realidad, las personas que se suicidan no quieren morir, quieren dejar de sufrir.
El libro reproduce con gran belleza lo que en ocasiones ocurre, un niño siente un dolor insoportable, siente miedo, le asusta la vida, ya no le quedan lágrimas, la oscuridad le devora y se precipita en un pasaje al acto suicida.
Se sumerge en el mar "para morir o volver a ser tortuga", y no es un detalle baladí el que Mario se sumerja en el mar para morir. Al final, la pequeña tortuga vuelve al mar, al lugar que simboliza su abandono y busca allí a su madre tortuga, incluso le parece verla entre las olas.
El mar podría simbolizar también la madre, sumergirse en el mar también podría ser seguir buscando un lugar en el mundo que no encuentra, la madre que acoja aunque sea en el último aliento.
Pero Mario no vuelve a ser tortuga, ni la madre mar se lo lleva, es rescatado por quienes siempre estuvieron a su lado para sostenerle, ellos no lo abandonaron, el amor es el final restaurador de este hermoso texto.
La novela no sólo nos lleva magistralmente por las consecuencias del abandono y la violencia, nos ofrece un camino de pacificación y de esperanza. La adversidad puede poner en peligro a la infancia, pero el amor también puede tejer una red que rescate y esa red la tenemos que tejer los adultos para que la infancia pueda estar a salvo.
Bello
ResponderEliminarGracias x compartir, cuántas historias, cuánto amor se necesita ..
ResponderEliminar