La voz en primera persona en la presentación del Comisionado de Salud Mental


 Hace unos días se produjo en Madrid la presentación del Comisionado de Salud Mental en el Ministerio de Sanidad.

Fue un acto emocionante, los que estuvimos allí pudimos ver la emoción, la conmoción y el respeto que se pudo respirar durante este acto.

Fue algo histórico, fue tratar de incorporar al relato de la Salud Mental, las voces que a pesar de ser las protagonistas, siempre hemos estado silenciadas, expulsadas de la narrativa oficial.

Ha sido un compromiso de este Comisionado no dejarnos en los márgenes y colocarnos en el lugar que nos corresponde.

Llevo años formando profesionales, tratando de transmitir cómo se vive la experiencia desde dentro, para que el sufrimiento psíquico tenga otro marco de entendimiento, para dar más herramientas para aquellos que acompañan. Y en una inmensa mayoría de ocasiones he sentido la gratitud de los profesionales y de las familias que me han escuchado.

Soy una persona que ha elaborado su experiencia, que se ha formado para acompañar y que lo sigue haciendo, no hablo sin conocimento.

Los buenos profesionales de salud mental saben que el sufrimiento psíquico es algo complejo, que no se puede simplificar, que no se puede caer en el reduccionismo.

Cómo no incorporar al acompañamiento del sufrimiento el saber de las personas que hemos transitado por ahí y que hemos salido de la oscuridad. ¿Acaso los profesionales de Salud mental pueden despreciar este conocimiento que en otros países está perfectamente integrado?.

He asistido en estos días con cierta tristeza y estupor a algunas reacciones en la prensa y en cierto sector de la Psiquiatría.

He visto cómo se sacaban de contexto mis palabras, y se me atacaba a mí y se usaban mis palabras contra el Ministerio de manera torticera.

Mi discurso, que además tenía una acotación temporal importante, intentó transmitir todo lo que está mal y hay que cambiar, trataba de visibilizar una realidad dolorosa, para cambiarla juntos, para caminar a un sistema de cuidados, para poner las necesidades de nuestro colectivo encima de la mesa.

Sacar de contexto la frase "los psicofarmacos a largo plazo matan" y hacer un montón de titulares con ella, es no haber entendido nada de lo que dije. Por cierto, no es asunto baladí que ningún medio de comunicación se haya puesto en contacto conmigo para preguntarme a mí sobre esta cuestión. Es sólo una muestra del lugar en el que se nos coloca por parte de cierto sector social, otra vez consultan a otros y nos niegan la voz. Nada nuevo.

Sólo medicar no es atender la salud mental, ver a un psiquiatra cada dos meses 20 minutos y salir sobremedicado porque no hay tiempo para escuchar, no es atender la salud mental.

La frase que dije, fue seguida de la cita de la psiquiatra Marta Carmona: "La polifarmacia mata", de forma aclaratoria. Que la sobremedicación acorta la vida no es algo que diga yo. Pero no de los psicofármacos, de los fármacos en general. ¿Somos tan inocentes de creer que los fármacos son inocuos?

Se puede leer "Anatomía de una epidema", o el libro "Sedados" sobre las consecuencias en la salud y en la recuperación de las personas y su relación con el abuso de estas sustancias. 

También dije que los psicofarmacos son necesarios en momentos de la vida, y afirmo que en una circunstancia de gran sufrimiento pueden salvar vidas, no tengo un discurso contra los psicofarmacos, sino una crítica de su actual uso. 

Si el sufrimiento psíquico, tal y como se dijo, tiene que ver con las vidas de las personas, con sus contextos, cómo pensar que la sobremedicación va a producir la recuperación de un problema de salud mental, si apenas se escucha a las personas.

Me hubiera gustado que después de esta presentación se estuviera hablando en otro tono discursivo del abuso de los tratamientos farmacológicos. Y también que se estuviera debatiendo sobre la vulneración de derechos humanos, sobre la contención mecánica, sobre la falta de un sistema comunitario que sostenga, sobre cómo cuidar para que las personas no tengan miedo de acudir a pedir ayuda. 

¿Es escandaloso decir que la sobremedicación acorta la vida, que mata antes de tiempo, pero no que se están atando a personas que sufren, que niños ingresados se encuentran con correas en sus camas?

Me gustaría que estuviéramos diciendo que el estigma es intolerable, que nos discrimina, que la sociedad se pusiera en la piel de aquellos que sufren y que son señalados y culpabilizados por su sufrimiento.

No deja de ser sintomático de parte de un sector de la sociedad, que cuando una persona, que sabe lo que es el sufrimiento muy bien, hable en primera persona, comunique lo que hay detrás, desde la honestidad y la generosidad, sea tratada de esta forma por ciertos medios.

Que cuando se ponen encima de la mesa historias de vida llenas de traumas, que cuando se visibiliza el dolor que hay detrás del sufrimiento psíquico extremo, se mire para otro lado y se busque el sensacionalismo y el morbo.

No es nada nuevo, sabemos que están en juego poderosos intereses económicos y que a veces parecen estar por encima de la salud de los ciudadanos.

Sólo quiero decir, que nadie me va a callar, que seguiré trabajando cada uno de mis días por nuestra dignidad, el respeto a nuestros derechos, en definitiva por una sociedad mejor.

Y que siempre estaré al lado y dispuesta a colaborar, con aquellos profesionales que están empujando para cambiar el estado de las cosas, que no son pocos, aunque haya cierto sector que tenga mucha más voz y poder.

Mi agradecimiento a Belén González, a Mónica García y  a Javier Padilla por haberme invitado a este acto, que siempre recordaré con cariño, a pesar de las poderosas fuerzas que han tratado de desvirtuarlo y ensuciarlo. 


Si alguien está interesado en ver el acto, aquí está el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=pPaFZcmWnW0

 

Este es el texto completo que escribí y en el que basé mi intervención: 

 

En primer lugar, quería dar las gracias a todas las personas que han hecho posible mi presencia hoy aquí, me embarga un afecto de emoción, pero también de responsabilidad, por las voces a las que vengo a representar, espero estar a la altura de esta gran tarea.

En especial quiero dar las gracias a Belén, que desde el primer momento ha verbalizado que su cargo y su trabajo están al servicio de mejorar la vida de las personas con sufrimiento psíquico, que, desde sus primeras palabras, que ella misma pronunció hace unas semanas, nos ha considerado sujetos de pleno derecho, y hemos dejado de ser pensados como objetos “enfermo-mentales” sin voz ni voto. Una prueba de sus intenciones es que hoy este aquí junto a todos vosotros.

Sin duda este Comisionado es una grieta, y como nos decía Leonard Cohen, es por las grietas por donde entra la luz.

También ha sido muy reconfortante escuchar a nuestra ministra de Sanidad, Mónica García, hablar de determinantes sociales de la salud, para nosotras es algo histórico.

Es un buen comienzo, pero no voy a negar el gran reto que tenemos entre manos, y digo tenemos porque es algo que compromete a todos los ciudadanos de este país, no es una cuestión solamente de sanitarios, ni de políticos, es una cuestión de pensar qué tipo de sociedad queremos tener.

Creo que la primera gran tarea de este Comisionado es transmitir a la sociedad, una forma diferente de comprensión de la Salud Mental, que no se trata de una cuestión individual, sino de algo colectivo. Y que no se soluciona con cantidades ingentes de profesionales, ni con este modelo tan medicalizado, que nos ha situado como el primer país del mundo en el consumo de psicofármacos.

Abordar la Salud mental, tiene que ver con transformar nuestro modelo de sociedad, con hacer vidas vivibles para todos, con reparar ese tejido social tan roto, con dejar de generar tanto sufrimiento y ofrecer esperanza y expectativas de futuro, también con cuidar la infancia y con la justicia social.

Soy consciente que, en parte, lo que me ha traído hoy aquí es el sufrimiento, es la oscuridad que he tenido que atravesar, pero es por esto mismo que os puedo enseñar que detrás del dolor psíquico sólo hay vidas dañadas, contextos de vulnerabilidad, precariedad, violencias, desamparos, soledad, discriminación y vacío.

La otra cuestión que es inaplazable abordar es la forma de trato hacia las personas que sufren, que se han roto y que necesitan un acompañamiento para poder recomponerse o para transitar su dolor.

Esto es una cuestión de compromiso ético y político, de acciones y legislaciones, de acuerdos, pero sobre todo de pensar cómo poner en el centro los derechos humanos y los cuidados.

Tenemos, un paradigma de coerción y de control y no de cuidados, y es por ahí por donde creo que debemos empezar, por cambiar este paradigma.

Hace poco, en el Ministerio de Sanidad hablábamos de estigma, hablábamos de todos esos prejuicios e ideas preconcebidas y falsas que la sociedad tiene respecto a las personas con diagnóstico psiquiátrico: violencia, impredecibilidad, necesidad de supervisión y control continuos, y que generan discriminación y sufrimiento.

El gran problema con el que nos encontramos, es que el Sistema sanitario y muchos profesionales también nos miran desde ese estigma, y los servicios y protocolos se vertebran desde ahí. Por eso se nos trata como si fueramos personas potecialmente violentas y no como personas que sufren, y este es el gran nudo que tenemos que resolver.

Es esta la razón por la que se vulneran nuestros derechos, se ejerce violencia de manera cotidiana, se ata a las personas en las unidades de Psiquiatría, se nos infantiliza, y se aplican tratamientos contra nuestra voluntad, perdiendo nuestros derechos civiles.

En este momento esta es la realidad de gran parte del colectivo de personas con sufrimiento psíquico.

¿Cómo pensáis que se puede sentir una persona que en uno de los momentos de mayor miedo y dolor de su vida es tratada con esta violencia?

Así que, queridas Belén y Mónica, mi primera petición para este Comisionado no puede ser otra que las 0 contenciones, que nunca más se ejerza esta violencia. Que nunca más ocurra en nuestro país un caso como el de Andreas, que murió después de más de 75 horas atada en una unidad Psiquiatría.

mi primera petición para este Comisionado no puede ser otra que las 0 contenciones, que nunca más se ejerza esta violencia.

Es nuestra obligación convertir los espacios sanitarios en espacios de cuidados, espacios seguros, espacios de acompañamiento y de dignidad, donde las personas quieran estar. A día de hoy, las personas cuando tienen una crisis y están sufriendo, tienen miedo de ir al hospital, no quieren arriesgarse a ser atadas, ni sobremedicadas, ni ingresadas contra su voluntad. Y es muy legítimo, por eso urge revertir esta situación.

En muchas de las formaciones que imparto he visto el dolor de personas sometidas a contenciones, pero también he visto las lágrimas de muchos sanitarios que se ven forzados a ejercer esta violencia y que portan también sus daños.

La violencia nos daña a todos, aunque las personas más dañadas son siempre las que se encuentran en un proceso de mayor vulnerabilidad y de menos poder.

Eliminar las contenciones y cualquier forma de violencia en los espacios de cuidados nos hará una sociedad mejor, sin duda.

Pero también hay que reflexionar sobre qué se ofrece a las personas que se rompen en estos espacios, ¿se ofrecen espacios de palabra, se ofrecen lugares respetuosos donde se puedan generar narrativas propias y no impuestas? La recuperación, y yo os lo puedo decir muy bien, pasa por construir nuestras propias narrativas y de esta forma e inventar una manera posible y propia menos dolorosa de estar en la vida.

¿Pero pensáis que el sistema de Salud Mental cree en la recuperación, ofrece estos apoyos, genera estos espacios seguros?

Es una pregunta que debemos de responder de forma rigurosa y mirar también hacia lugares donde esto es ya una realidad.

La violencia debe desaparecer de nuestro sistema sanitario, se deben respetar los derechos humanos, no se debe de incurrir en tortura, que es como denomina la ONU, a la contención mecánica, se deben garantizar los consentimientos informados y respetar la Ley de Autonomía del paciente.

Esto es nada más ni nada menos que respetar la legislación y las normas más básicas y que a día de hoy se incumplen sistemáticamente.

Pero la Salud Mental no es sólo lo sanitario, es lo social, lo educativo, lo judicial y por supuesto lo laboral.

No hay salud mental sin derechos económicos.

Quería daros varios datos, la tasa de empleo de las personas con diagnóstico psiquiátrico rondan el 17% y la tasa de desempleo de las personas con discapacidad por problemáticas de salud mental se sitúa en torno al 90%.

Esto tiene que ver con el estigma, con normas discriminatorias con nuestro colectivo en el acceso a convocatorias de empleo que especifican que las personas con diagnostico quedan excluidas de ciertos trabajos.

Creo que estaréis conmigo en que esta situación es intolerable en una sociedad del siglo XXI que se dice democrática.

Tener sufrimiento psíquico no puede seguir implicando ser pobre, se debe garantizar el acceso al empleo y en el caso de no ser posible para la persona estar en el sistema económico, garantizar ingresos dignos que permitan vidas autónomas. Esto es también salud mental.

El tiempo se agota, tengo que ir terminando, pero estoy convencida de que vais a hacer todo lo posible para cambiar esta situación, que vais a luchar por nuestros derechos humanos y por la dignidad de las personas que sufren.

Estoy convencida de que un gobierno como el vuestro, no quiere que en nuestra sociedad sigamos siendo ciudadanos de segunda, como en este momento somos.

No estáis solas para acometer esta labor, los agentes de apoyo entre iguales podemos ofreceros mucho para mejorar este sistema sanitario, para ayudaros a acompañar el dolor de nuestros compañeros, pero también para señalar todo aquello que daña y que se puede mejorar. Aquí nos tenéis.

Esto no se trata de nosotros, se trata de luchar por una sociedad más democrática y justa, se trata de pensar ¿cómo nos gustaría ser cuidados si nos rompemos?

Porque el dolor forma parte de la condición humana, todos estamos heridos, como decía la gran Alejandra Pizarnik, y por tanto en riesgo.

Por eso todos y cada uno de nosotros tenemos la obligación de sostener y cuidar con responsabilidad y con ética a aquellos que en un momento de sus vidas no han podido más.

 



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